18/10/07

La Restauración del Libro Antiguo


La Restauración del Libro Antiguo

Introducción:

El tema de la restauración resulta, en ocasiones, polémico, debido a que cada bibliófilo tiene sus propias ideas y gustos que son los que, en última instancia, deben prevalecer; aunque el restaurador podrá aconsejar al dueño del libro sobre los métodos que darán mejor resultado en el libro.

Es conveniente tener en cuenta el valor que tenga la obra que haya que reparar, pues nunca el proceso de restaurar debe ser más caro que el valor del propio libro; y si el valor del libro es muy superior al de la restauración, será su dueño quien no escatime en recursos para que la obra consiga su perfección.

Son variadas las técnicas empleadas para restaurar un libro dañado, y cada artesano empleará las que considere más adecuadas, sin duda es la experiencia la que le guiará en ésta elección. Cada artesano tiene sus secretillos guardados en su haber, acumulados tras años de trabajos y de enfrentamientos con libros que han supuesto grandes retos para él.

En este trabajo vamos a tratar de resumir estas técnicas y truquillos de la forma más entendible, evitando palabras que sólo entendería alguien del gremio. Empezaremos basándome en el libro de Pablo Antón Melero, pero, puesto que soy consciente de que este artesano autodidacta es muy criticado por restauradores expertos, con las diplomaturas en su haber, también pondré las técnicas de uno de éstos, en este caso las de Ana Jiménez, restauradora especialista en papel.

Bibliografía

* Introducción a la restauración artesanal de libros, grabados y manuscritos. Pablo Antón Melero. Ollero & Ramos, editores, 1995.

* Restauración de libros. Stéphane Ipert y Michèle Rome-Hyacinthe. Fundación Germán Sánchez Ruipérez. 1989.

* Estudio no publicado sobre la restauración del libro antiguo. Ana Jiménez.

¿Por qué es necesaria la restauración?

Ni más ni menos porque un libro está hecho de materiales orgánicos que son frágiles y perecederos. Como tales sufren procesos de degradación y tienen también enemigos que les atacan.

Agentes de degradación:

El medio ambiente:

La luz.

La luz está compuesta por rayos visibles y por una proporción variable de rayos invisibles (ultravioleta e infrarrojos). Los ultravioleta son los más peligrosos para los materiales orgánicos, porque provocan una degradación debido a una reacción fotoquímica. Los infrarrojos provocan la degradación por oxidación.

La degradación fotoquímica del papel consiste en una reducción de las cadenas moleculares de la celulosa que provoca reacciones de oxidación1 y de hidrólisis2. Éstas reducen las propiedades físico-químicas del papel, que se vuelve amarillo y quebradizo; palidecen los colores del cuero y también las tintas de composición metálica y vegetal.

La luz del sol o de la luna es peligrosa tanto si incide de forma directa como si incide de forma indirecta.

La luz artificial, sea de bombillas normales o halógenas, también es peligrosa por la radiación infrarroja.

La temperatura y la humedad.

Los dos elementos van parejos, pues cualquier cambio en la temperatura implica un cambio en la humedad.

Menor humedad de la necesaria y mayor temperatura hacen que los materiales sean quebradizos y que los cueros se resequen y se resquebrajen.

Mayor humedad y elevado calor harán proliferan la degradación en el papel, pues surgirán agentes biológicos como los hongos.

La contaminación atmosférica.

Se presenta en forma de gas o de partículas sólidas, es decir, polvo. Los gases hidrolizan y oxidan los papeles y los cueros, y su acción aumenta con el incremento de la humedad. El polvo, sea mineral u orgánico, cataliza las reacciones químicas y, además, está cargado de esporas de mohos.

Agentes biológicos:

Los hongos.

A partir de los 22º C y con una humedad relativa superior al 65 %, las esporas de hongos, depositadas en los libros a través del polvo, se desarrollan y se nutren del papel y del cuero. Los hongos papirícolas no sólo deterioran la estructura interna de la celulosa, sino que, además, segregan pigmentos que manchan el papel. A través de estas manchas se les localiza.

Los insectos y los roedores.

Existen muchas especies de insectos que causan deterioros en el papel y en la encuadernación. Cada uno produce un deterioro específico, por ello se les puede reconocer. Los más conocidos son los pececillos de plata, las cucarachas, las carcomas y las termitas.

Los roedores son también muy preocupantes, pues pueden causar desastres en muy poco tiempo.

Mala calidad de los materiales:

Debido a la mala calidad de los materiales utilizados y debido a procesos de fabricación, el papel puede contar desde el principio con unos niveles de acidez muy elevados, que junto con una mala conservación hacen que el libro se deteriore.

La acidez en el papel se caracteriza por un color amarillento que aparece al mismo tiempo que el papel se vuelve quebradizo. La acidez se mide con un pehachímetro electrónico, en una escala del 1 al 14, el 7 es el PH neutro, del 7 al 1 crece la acidez; y del 7 al 14 la alcalinidad.

Siniestros naturales o accidentales:

Todo tipo de desastres como inundaciones, incendios, etc. Son la causa de destrucción masiva de muchos libros, la mayor parte de las veces no se puede recuperar casi nada.

El hombre también aporta su granito de arena, pues debido a manipulaciones incompetentes, restauraciones defectuosas y actos de vandalismo provoca daños irreparables. No debemos olvidar el daño que provocó la Guerra Civil en España, donde se usaron libros como trincheras.

Debido a todos estos agentes de deterioro se hace imprescindible que las obras afectadas pasen por las manos de un experto, aunque esta labor es muy lenta y no se puede restaurar todo lo que se quiere. En el caso de deterioro por agentes biológicos, es conveniente separar los libros afectados de los que no lo están pues así se evitará la propagación.

Como cada libro es un mundo, por su valor, por el tipo de papel, de tintas, etc. Y porque se puede ver afectado por diversos agentes de deterioro, la decisión de qué técnicas adoptar para su restauración no es nada fácil.

Restauración: Principios básicos

Según un texto publicado por la IFLA (Federación Internacional de Asociaciones de bibliotecarios):

“Los medios técnicos para realizar de la mejor manera los objetivos de conservación y restauración, deben decidirse siempre conjuntamente por bibliotecarios y por expertos en conservación y restauración. La elección de los materiales para los tratamientos debe reposar sobre bases establecidas por las autoridades científicas. El tratamiento deberá llevarse a cabo por o bajo el control de expertos perfectamente formados.”

Este punto difiere mucho de la opinión de muchos artesanos autodidactas, quienes basan su sabiduría en la experiencia de su profesión, que toman las decisiones ellos solos, y que muchas veces cometen grandes aberraciones por no querer considerar la opinión de otros. En este trabajo se contrasta la técnica de uno de estos artesanos con la de técnicos restauradores bien formados en su campo, lo que no quita que también podamos aprender del artesano.

La IFLA también dice:

“El proceso de degradación es irreversible. La restauración en el sentido estricto de la palabra es, por tanto, imposible. La restauración de un documento dañado consiste en la estabilización y la reconstrucción del objeto deteriorado, utilizando el material original en tanto en cuanto sea posible funcionalmente, y también materiales nuevos cuando sea absolutamente necesario. Este procedimiento implica siempre que alguna cosa se cambia. Determinadas propiedades de los materiales originales serán conservadas en detrimento de otras, y corresponde al bibliotecario decidir si se puede o no aceptar este cambio. La finalidad de la restauración es la de obtener un objeto nuevo restaurado, que conserve hasta donde sea posible las cualidades funcionales, visuales y táctiles del original.”

En cuanto a este párrafo sólo me queda comentar que destaca al bibliotecario como el que en última instancia decide si se puede o no aceptar el cambio, cuando en la realidad el que toma este tipo de decisiones es el grupo de restauradores que se hacen cargo de la pieza, son ellos los que valoran las técnicas y sopesan los resultados que tendrán en la obra a restaurar.

“... no debe emprenderse una restauración a menos que se compruebe que es absolutamente inevitable.”

Esto es así pues los procesos de restauración, como veremos más adelante, a veces perjudican mucho la durabilidad de la obra.

“Los criterios primordiales para decidir la elección de materiales y de técnicas serán: la garantía de durabilidad, la seguridad y, mientras sea posible, la reversibilidad del proceso. Las ventajas que puedan ofrecer la rapidez, el bajo coste de tratamiento y la facilidad de obtención de los materiales, deberán considerarse como secundarios.”

Algunos de los procesos de restauración son irreversibles. Además, yo señalaría entre los criterios secundarios el de la estética del libro, que no obstante para algunos artesanos se convierte en criterio primordial.

Entonces como principios esenciales tenemos los siguientes:

Permanencia del tratamiento: Los productos y los tratamientos de restauración se adaptarán a los problemas a resolver. Su eficacia en el tiempo será imperativamente verificada en el laboratorio mediante test de envejecimiento acelerados. Por ejemplo, la cola empleada tiene que mantener su eficacia sin deteriorarse.

Inocuidad y eficiencia de los productos y de los procedimientos de aplicación. Productos aplicados sin precaución pueden ocasionar deterioros posteriores. Por ejemplo, el blanqueado del papel es eficaz estéticamente, pero en breve plazo destruye más que conserva; los disolventes más utilizados son tóxicos para el restaurador.

Reversibilidad de las operaciones: En todo momento debe poder deshacerse la restauración de un libro. Si los productos o materiales empleados pueden resultar nocivos, es imperativo retirarlos. Por ejemplo, hoy es necesario eliminar las laminaciones de acetato de celulosa, muy corrientemente practicadas durante los años sesenta. Una cola siempre se debe poder eliminar.

Honradez en la restauración: Toda restauración debe resultar fiel al documento original, siendo comprobable por un experto. Por ejemplo, el cosido de un libro tiene que rehacerse idénticamente y no se pueden aportar nuevos elementos a la decoración.

Fases del proceso

Procesos Manuales

1. Repasado del libro.

2. Desencuadernación.

3. Accidentes y enfermedades del libro.

4. Tratamiento de las manchas

Procesos Mecánicos

1. El Lavado y el Blanqueo

2. El Encolado

3. El Secado y el planchado

4. La Reintegración

5. La Laminación

Procesos Manuales

1. Repasado del libro

REPASAR:

Consiste en hacer un repaso o revisión del libro de principio a fin. Con este repaso se pretende:

* Detectar cualquier anomalía o defecto que pueda presentar el libro.

* Conocer las dificultades que va a ofrecer la restauración del mismo.

* Percatarse de si el libro a restaurar está completo o no, pues si no lo está podría arruinar todo el esfuerzo del restaurador y originar malos entendidos con el dueño del ejemplar.

Repasar el libro.

FOTOCOPIAR LA OBRA

Es aconsejable hacer fotocopias de las hojas que tengan fallos e, incluso, de la obra completa a la hora de quitarle la encuadernación, con el fin de conocer cualquier obstáculo añadido a la restauración, así como conocer el orden de las hojas, láminas y grabados. Este paso se hace esencial cuando la obra que se pretende restaurar es un ejemplar único y no existen obras de referencia a las cuales acudir para que la reconstrucción de la obra se ajuste a su contenido primitivo.

Es necesario también para obras que presentan errores en la foliación, o que carecen de ella. En caso de no hacer las fotocopias oportunas, se hará necesario anotar en un lugar poco visible y con un lápiz blando, para poder borrarlo mejor, su orden real.

ANOTAR :

Todas las deficiencias que se hayan observado hay que anotarlas con el fin de poder tratarlas antes de lavar o encolar el ejemplar, pues los diversos procesos de restauración desordenan el libro por completo, y si no se han anotado las observaciones, luego es mucho más difícil acordarse de los problemas que presentaban algunas hojas

2. Desencuadernación

En esta segunda fase hay que tener mucho cuidado para no romper las hojas, pues esta rotura aumenta el riesgo que conlleva el lavado y el encolado de las hojas. Se procede del siguiente modo:

1º.- Se separa la encuadernación del lomo con una cuchilla que corte limpiamente los cordeles que unen el libro con las tapas. Es preciso evitar tirones bruscos que desgarren el papel o estropeen la encuadernación, pues puede ser aprovechada para la reencuadernación o en la decoración del nuevo volumen.

2º.- Se sanea todo lo posible el lomo del libro, eliminando todo resto de cola, de papel pegado o cualquier otro cuerpo extraño que tuviera. Normalmente se emplea una tijera o una cuchilla.

3º.- Se sumerge el lomo en un recipiente con agua caliente. Hay que sumergirlo a poca altura y durante unos segundos, suficiente para ablandar cualquier residuo que haya quedado adherido al lomo y así retirarlo fácilmente con los dedos o con una cuchilla. El proceso, aunque cuidadoso, debe ser rápido para evitar que la humedad se extienda al resto del papel y ocasione daños no deseados.

Este es uno de los puntos de conflicto entre el artesano y los restauradores. Pues, según estos últimos, sumergir el libro en agua, por muy habilidoso que seas, es algo que causa males mayores. En cierto modo yo lo encuentro lógico, porque, como hemos mencionado antes, el agua es uno de los enemigos del libro.

4º.- Se quitan los hilos que unen los pliegos y el libro ya queda deshecho para seguir con el proceso de restauración. Si el libro no se presentase en pliegos o cuadernillos habría que proceder con más cuidado, pues las hojas sueltas encoladas presentan mayor dificultad en su tratamiento. Éstas se denominan encuadernadas “a diente de perro”.

Este es el cosido normal que tiene un libro constituido por cuadernillos, pero un libro que está formado por hojas sueltas lleva el cosido a “diente de perro" entre hoja y hoja, como si la aguja fuera haciendo un zig –zag.

Si el libro está compuesto de cuadernillos se deben contar las hojas de que se compone cada uno, y después separar cada cuadernillo y abrirlo por el centro y separar las hojas de cada cuadernillo quitando el hilo que los une.

5º.- Una vez separadas las hojas, hay que ver las hojas que hemos marcado en la fase de repasado, pues éstas requieren un tratamiento especial debido a que tienen alguna enfermedad, mancha o han sido `víctimas´ de algún accidente. Y éstas son las siguientes fases.

Algo que no ha tenido en cuenta Pablo Antón, por lo menos en su libro, sí lo consideran necesario Ana Jiménez y los técnicos restauradores con los que he hablado, y es el hecho de hacer una limpieza de la superficie del libro antes de desencuadernarlo. Esta limpieza puede hacerse con un aspirador de formato pequeño que recoge todo el polvo y posibles objetos pequeños que hubiera entre los cajos8 del libro, con brochas o pinceles o con una cámara de limpieza con barrido y aspiración controlada.

3. Accidentes y enfermedades

Estamos con las hojas previamente marcadas en la fase de repasado. Éstas necesitaban un tratamiento especial debido a su deterioro. Dependiendo de cuál sea este deterioro y de cuál es la causa del mismo así se procederá con el tratamiento.

Las causas son las que ya hemos citado en le apartado de agentes de degradación. Pero dentro de los accidentes destacábamos los accidentes producidos por manipulaciones incompetentes o restauraciones defectuosas. Éstas son las más graves, no saber restaurar pequeños desperfectos, que luego se convierten en importantes. Por ejemplo:

* Guillotina indiscriminada: Se produce por no reparar debidamente hojas rotas o por no remarginarlas adecuadamente, consiguiendo una mutilación del libro irreparable, pues no permite su consulta al no poder abrirse completamente o quedar el texto “comido” por la lomera.

* Uso de productos que no son los convenientes para las características del papel o para la restauración que exigía el libro. Se trata de productos que sí pueden ser óptimos si se aplican en los materiales adecuados que así lo requieran. Las consecuencias de esta aplicación pueden ser nefastas e irreversibles. En este aspecto también hay oposición porque, a pesar de que Pablo Antón Melero reconoce que hay productos inadecuados, él mismo emplea uno muy peligroso y ya en desuso que es el hipoclorito, como veremos más adelante.

* Utilizar el papel celo para sujetar una hoja desprendida, o usar colas perjudiciales que son muy difíciles de quitar. Pablo Antón Melero considera esto como una aberración que no debe cometerse jamás, pero lo cierto es que, hablando del libro en general, éstas son técnicas de primeros auxilios que se realizan en cualquier biblioteca, por lo que en un futuro cuando estos libros lleguen a ser antiguos, resultará complicado restaurarlos, aunque tal vez (¡quién sabe!) las técnicas estén tan sumamente desarrolladas que no haga falta estudiar para ser restaurador, porque un láser sea capaz de reparar una aberración así.

4. Tratamiento de las manchas

Las manchas que puede tener un libro son muy diversas, desde las producidas por el polvo hasta las provocadas por pequeños accidentes domésticos. Para hacerlas desaparecer podemos optar por hacerlo sin desencuadernar o desencuadernando el libro.

Sin desencuadernar:

Hay que utilizar un tipo de cola similar a la usada para empapelar las paredes, aplicándola cuantas veces sea necesario siempre que se observe que con cada aplicación la mancha se va difuminando. Una vez eliminada la mancha habremos conseguido también fortalecer la hoja.

Si la mancha no se quita por este método, tendremos que utilizar una sustancia llamada hipoclorito rebajada con agua, pero esta vez lo aplicaremos con mucho más cuidado pues se trata de una sustancia más peligrosa y es necesario reforzar la parte de la hoja a tratar.

Según los restauradores con los que he hablado, utilizar el hipoclorito implica darle más importancia a la estética del libro que a su conservación, pues si un libro antes del tratamiento con este producto tenía una durabilidad aproximada de 200 años, después del tratamiento este período de duración se reduce a unos pocos años. Esto se debe a que el hipoclorito oxida la fibra, acortando así la vida del libro. Por lo que vemos la importancia de conocer a la perfección los productos que se utilizan, y sobretodo la importancia de tener en el taller un experto en química que será el que aconseje qué producto es el adecuado según sea el papel, tintas, etc. a los que nos enfrentemos.

Desencuadernando el libro:

Ya no se trata de manchas aisladas dentro de un libro limpio, sino de un libro sucio en su mayor parte, por eso es necesario desencuadernarlo.

* Manchas de polvo: Si el polvo es reciente, de pocos años, se puede quitar fácilmente con una goma de borrar. Si el polvo acumulado es de muchos años y casi forma parte de la estructura del papel, primero se lija la zona afectada y después se usa la goma de borrar, pero si la mancha persiste es más prudente no insistir, pues podemos deteriorar el papel.

En cuanto a las gomas de borrar empleadas debemos tener en cuenta la siguiente variedad y sus posibles resultados:

- Goma en polvo 3M.

- Gomas de tipo plástico, no grasas.

- Gomas duras del tipo máquina de escribir.

- Gomas escolares como Milán o similares. No recomendables por ser grasas y dejar trazas.

- Gomas moldeables de dibujo artístico. Se deben usar muy limpias porque, de lo contrario, emplastan el papel.

- Goma a motor. Permite el uso de gomas de diferentes durezas, es un sistema más enérgico, por lo que la presión deber ser muy regular, para evitar surcos. Se emplea en grandes formatos y en superficies intensamente sucias.

* Manchas de tierra: Se puede seguir el mismo método que para las manchas de polvo.

* Manchas de cera o aceite: Se debe emplear una cuchilla que raspe la mancha hasta dejarla al ras del papel. A continuación se coloca la mancha entre dos hojas de papel secante y se le pasa encima una plancha templada, con el fin de que el papel secante absorba la grasa y ésta no se extienda al resto del papel. Se repasa la mancha con unas gotas de hipoclorito disuelto en agua. Según Ana Jiménez, también se puede usar la punta de un bisturí para manchas que puedan salir por la torsión o palanca del mismo, manchas como los detritus de mosca, cera, aceite, lacre y colas cristalizadas.

Hay otros restauradores que utilizan otro método. Se trata de meter las hojas manchadas en agua hirviendo durante unos minutos, hasta que la grasa se haya desprendido por sí misma. Si todavía queda algo de la mancha se desgasta con polvos de talco y la plancha templada, o bien se rebaja con una lija fina y un poco de hipoclorito disuelto en agua. Se remata la faena con una goma de borrar tinta. (¡Ojo! Tal vez te hayas dado cuenta de que aquí estos restauradores utilizan el agua como proceso ablandador de manchas, como parece que también hacía Pablo Antón con el lomo del libro, pero lo cierto es que el agua sirve como fortalecedor del papel, por su hidratación, siempre y cuando sumerjas la hoja entera en el agua y la manipules con cuidado. Lo que hacía el artesano era poner en remojo el lomo del libro, lo que, evidentemente, puede dejar cercos de humedad en todas las páginas, siendo éstas muy difíciles de eliminar. También vemos que utilizan el hipoclorito, que es muy abrasivo, pero no es lo mismo usarlo en una pequeña zona manchada que usarlo para lavar la hoja entera.)

Stéphane Ipert y Michèle Rome-Hyacinthe aconsejan los siguientes productos para este tipo de manchas:

- Para restos de grasa de una cinta adhesiva: Tetrahidrofurano.

- Para grasa producida por el aceite: Hexano, tolueno.

- Grasa de cera: Gasolina, hexano, tolueno.

Para manchas locales, Ana Jiménez aconseja los siguientes productos:

- Etanol para manchas de barnices, goma lacas, tintas y moho.

- Metanol con mayor poder de penetración que el etanol pero muy tóxico.

- Acetona par disolver el adhesivo de algunas cintas, pero por su alto grado de evaporación reseca mucho. También disuelve algunas tintas.

- Xileno para manchas de grasa y cera recientes.

- Tolueno igual que el xileno.

- Percloroetileno/tricloroetileno. Son muy tóxicos, eliminan la grasa pero pueden decolorar el papel de forma ligera.

- Éter y cloroformo que eliminan las cintas adhesivas, aunque no tanto los restos de manchas. Se usan al 50% y pueden dejar cercos por decoloración en tratamientos persistentes.

- Ácido acético para la eliminación de los sellos de tampón. Es muy tóxico y corrosivo. Se usa entre el 3 y 5 % en agua.

- Sosa como elemento saponificador5 , muy degradante del soporte. Se utiliza escasamente, sólo en casos muy concretos, nunca en grafías grasas como tintas de imprenta, grabados, etc.

- Ácido oxálico para manchas de hierro en concentraciones bajas. Degrada mucho y es muy tóxico.

- Encimas para la eliminación de barnices y colas.

- Metil celulosa como tensoactivo y agente espesante.

Todos estos productos se deben utilizar con gran cuidado y siempre en concentraciones bajas, hasta llegar a la idónea, teniendo en cuenta el conjunto de tono de la obra, ya que algunos productos pueden dejar cercos.

* Manchas de humedad: Lo primero que hay que tener en cuenta en estos casos es el tipo de papel en el que vamos a trabajar, porque si es poroso puede quedar señal. Estas manchas exigen un proceso de lavado muy cuidadoso para que el hipoclorito no dañe la hoja o disuelva la tinta del texto.

* Manchas de tinta: Tales como borrones, sellos de propiedad o signaturas. Pueden quitarse con un borratintas y papel secante, aunque también depende del tipo de papel y de la intensidad de la tinta. En el vídeo se puede ver este proceso de quitar la tinta de los sellos. El fin último es que al lavar las hojas, la tinta de éstos no se extienda y manche todas las hojas que pretendemos lavar.

* Manchas de metal: Provocadas por dejar objetos metálicos en el libro o por grapas, etc. Estas manchas de óxido se quitan fácilmente con un producto que se llama FerroKit, aunque, como todo producto químico, debe usarse con mucha precaución. Una vez eliminada la mancha, se deben sumergir las hojas en agua limpia para así eliminar los residuos del producto químico empleado. Después se encola bien el papel para dejarlo más fortalecido.

Ana Jiménez señala como muy útil para estos procesos de eliminación de manchas el uso de la mesa de succión pues con su ayuda se favorece la penetración del producto. Se debe colocar entra la mesa y la obra una hoja de papel de filtro, renovándolo frecuentemente, en ella se depositan las partículas que se hayan disuelto y sean arrastradas por la succión. La mesa nos evitará en mayor medida la formación de cercos al acelerar la evaporación del producto.

Como complemento a ésta, señala el uso del aerógrafo con el que podemos aplicar pulverizaciones del producto muy precisas en el punto deseado.

Ana Jiménez incluye, además, dos apartados dedicados a la fijación de las tintas o grafía y a la eliminación de los parches:

Fijación de las tintas o grafía:

Los dos tipos de fijación más usuales son la fijación puntual – a pincel sobre la grafía, y general – con spray comercial y aerógrafo. Este tratamiento nos viene dado por las pruebas de solubilidad realizadas con anterioridad. La opción de su elección nos viene siempre condicionada por el principio de inocuidad, es decir, la utilización del producto más inocuo para la obra ye el restaurador. Se debe realizar siguiendo las pautas de seguridad similares al tratamiento de eliminación de manchas, ya que se utilizan disolventes igualmente tóxicos y corrosivos. Los productos más usuales utilizados para la fijación son:

Fixing spray de Pelikan o similares comerciales.

Metilcelulosa (reapresto).

Klucel en etanol.

Kalaton en etanol.

Acetato en acetona.

Paraloid en acetona.

Paraloid en nitro.

Paraloid en percloroetileno.

Paraloid en tolueno.

Es aconsejable no dar concentraciones altas y es preferible dar el producto en varias capas.

- Eliminación de parches:

En esta fase son numerosos los materiales y tipos de parches que aperecen, los más usuales son:

En forma de tiras o cintas:

Cinta celo: se elimina con cloroformo y éter.

Cinta poliéster: se elimina con cloroforma y acetona.

Cinta de papel engomada: con agua templada y tensoactivos.

Cinta marrón plástica: con acetona y etanol.

Cinta de papel rizada: con acetona y etanol.

Etiquetas:

Los adhesivos más comunes con los que se fijan las etiquetas son la cola de conejo y la goma arábiga, ambos se eliminan con agua.

En el proceso de desprendimiento de etiquetas, las tintas son las que presentan los problemas, suelen ser tintas de bolígrafo, rotulador o pluma.

Las etiquetas desprendidas se intentarán conservar con la mayor integridad posible, incluyéndolas en la documentación de la obra, ya que formaron parte de la historia de ésta.

Normalmente estas etiquetas son tiras de papel colocadas como unión de grietas y zonas sueltas. Pueden ser de cartoncillo, papel, tela, etc. Los adhesivos usados comúnmente son engrudos, cola de conejo, cola de carpintero, cola de pescado y goma arábiga.

Otros:

Son parches que aparecen como parte integrante de la obra, añadidos por el propio autor o en anotaciones posteriores. En algunas ocasiones se han encontrado restos de documentos importantes, procediendo al tratamiento en la misma medida que la obra. Este tipo de caso aparece sobretodo en las cartivanas de los lomos.

Resulta muy útil para el desprendimiento de este tipo de parches y etiquetas las pistolas de vapor, estimulando así el desprendimiento sin perjuicio de la grafía. Para evitar posibles cercos nos podemos auxiliar de la mesa de vacío. He considerado que estos procesos son mecánicos porque, aunque a veces se hacen de forma manual, también pueden ser realizados con ayuda de aparatos creados para estas funciones.

Procesos Mecánicos

1. El lavado y blanqueo

Tanto Stéphane Ipert y Michèle Rome-Hyacinthe, autores del libro publicado por la Fundación Germán Sánchez Ruipérez, como Pablo Antón Melero están de acuerdo en que sólo se deben lavar aquellos libros que realmente lo necesiten y que debe hacerlo un profesional porque el lavado tiene muchos inconvenientes y puede ocasionar mucho deterioro si no se sabe lo que se hace.

* Medidas a tener en cuenta antes de proceder al lavado:

1º.- El libro debe estar completamente descosido.

2º.- Hay que asegurarse de que la tinta del texto no es soluble.

3º.- Elegir el tipo de lavado que precisa el libro, y si lo necesitan determinadas hojas o todo el libro.

4º.- Conocer qué cantidad de hojas es conveniente meter de una vez en la cubeta, pues si se meten pocas hojas en una cubeta con mucho hipoclorito el resultado será desastroso; y si, por el contrario, metemos muchas hojas en una cubeta con poco hipoclorito no quedarán bien lavadas y luego será muy difícil igualar el color en el resto de las hojas que vayamos a lavar.

5º.- Al usar el hipoclorito es importantísimo aclarar muy bien las hojas.

Ana Jiménez aconseja la metilcelulosa en vez del hipoclorito, pero sólo en casos de extrema suciedad, diluyéndolo muy homogéneamente.

6º.- Según Ana Jiménez, es primordial el empleo de un segundo soporte como el Remay (tejido sin tejer sintético) que servirá de transporte y de protector del original.

* Pasos a seguir para realizar el lavado.

- Se debe fortalecer el papel y fijar la tinta antes de lavarlo con hipoclorito, pues así evitaremos que el libro sea castigado. Para ello lo que hace Pablo Antón Melero es preparar una bandeja con agua limpia y ponerla al fuego. Entonces sumerge las hojas de una en una y las deja durante un tiempo. Si el agua está muy sucia se cambia y se deja reposar otro rato. Finalmente se aclaran bien. Con esta operación se consigue:

Se elimina mucha suciedad.

Se ablandan las manchas más fuertes.

La humedad hace que el papel no se debilite y que la tinta se fije.

El blanqueo con hipoclorito no será tan intenso pues ya hemos quitado parte de la suciedad.

- Se procede al lavado en sí. Hay que disponer de dos cubetas, una para el lavado y otra para el aclarado. La mezcla de hipoclorito y agua debe hacerse en la proporción exacta, para ello se harán unas pruebas previas con un papel de similares características al que queremos lavar. No obstante, es mucho mejor empezar con una proporción pequeña de hipoclorito e ir añadiendo poco a poco para ajustar el blanqueo. Es preferible sumergir varias hojas a la vez, pues así se protegen unas a otras y al manipularlas en el líquido todas juntas no resultan tan frágiles. En este proceso se requiere práctica y destreza para evitar que las hojas queden más blancas por un lado y sucias por otro. La rapidez y la seguridad del restaurador evitarán estos problemas.

- Aclarar los restos de hipoclorito es fundamental, pues de no hacerlo el ácido del mismo mantendría su acción corrosiva sobre el papel. Por tanto, según se saca el papel del recipiente de blanqueado se debe sumergir en el recipiente de agua, sin escatimar agua ni tiempo.

- Como cantidades orientativas tenemos:

+ Para el lavado: Cubeta con cuatro litros de agua, que será caliente si el papel lo permite o templado si no lo permite la calidad del papel.

+ Para el blanqueado: Cubeta con cuatro o seis litros de agua y un cuarto de hipoclorito.

Ana Jiménez comenta respecto al blanqueo que es un tratamiento puramente estético, por lo que su aplicación ha de ser muy analizada, ejercida con un control riguroso y en casos muy concretos. El efecto degradante del cloro sobre las fibras y la grafía, a pesar de los baños neutralizantes posteriores, sigue actuando, transcurrido el tiempo. Los agentes blanqueadores actúan produciendo la oxidación de la celulosa. Oxidación que, a su vez, desencadena la decoloración por amarilleamiento y genera un proceso de acidificación que supone la ruptura de la estructura molecular de la celulosa con la correspondiente degradación de la consistencia del soporte. Por todo ello, el blanqueo está considerado como el tratamiento que, potencialmente, puede ocasionar mayor deterioro del papel. En consecuencia, su uso debe limitarse a casos muy concretos y siempre bajo un control riguroso con el fin de reducir daños.

Stéphane Ipert y Michèle Rome-Hyacinthe aconsejan, antes y después del blanqueado, un tratamiento de desacidificación que introduzca en el papel un producto que le proteja de la acidez futura. Este tratamiento se realiza con tetrahidroborato de sodio al 1,5 por 100 en agua y no se debe hacer una aclarado después de la aplicación. Este proceso debilita mucho el papel por lo que recomiendan aplicar una capa ligera de cola para fortalecerlo. Esta operación también la realiza Pablo Antón Melero. Pasamos a explicarla.

2. El encolado

El encolado es la operación que realiza el restaurador para dotar al libro de consistencia y devolverle el cuerpo y la firmeza que ha perdido durante el lavado. Técnicamente consiste en tratar el papel con una solución de agua y cola de pescado, que al secar forma una película que protege la hoja y forma con ella una sola materia de mayor grosor y resistencia.

Antes de preparar la cola hay que tener en cuenta dos factores:

* Si el libro es antiguo o moderno.

* Si el libro ha sido lavado o no.

Estos factores determinarán el color y la densidad de la cola que emplearemos en el tratamiento.

Cola incolora:

Es idónea para libros modernos o libros que no hayan sido lavados y conserven su color natural. Se disuelven 15 gramos de alumbre3 en medio litro de agua. En otro recipiente se disuelven 80 gramos de cola de pescado4 en dos litros de agua; se añaden otros tres litros de agua y se une con la disolución de alumbre. Se pone todo al baño maría.

Tenemos otro punto de conflicto entre Pablo Antón y los técnicos restauradores, es el empleo del alumbre. El alumbre es una sustancia que crea muchísima acidez, lo que deteriora el papel rápidamente. Si en procesos anteriores, como el del lavado, hemos tratado de quitarle acidez al papel, no tiene sentido que ahora volvamos a incorporársela con el alumbre, ni siquiera con la excusa de darle consistencia al soporte.

Cola para dar color:

Se usa en libros que antiguos o libros que han sido lavados y han perdido su color natural. El proceso de elaboración de esta cola es el mismo que el de la cola incolora pero añadiendo otros ingredientes que le den la tonalidad deseada, tales como hojas de árboles, de tabaco, de té, de malta, etc. en función del matiz que se quiera dar al libro.

La cola que hemos obtenido debe mantener una temperatura constante. El encolado se lleva a cabo introduciendo las hojas de una en una en la bandeja donde está la cola hasta que se empapen suficientemente. Entonces se escurren y se cuelgan o extienden sobre cartones para favorecer su secado. Se deben mover de vez en cuando para evitar que se peguen al cartón. Las hojas se recogen un poco húmedas para facilitar su posterior planchado.

Ana Jiménez propone como productos a emplear para el tratamiento de consolidación y reapresto del libro los siguientes:

Agua:

El soporte celulósico se debilita hasta llegar a extremos de alta fragilidad cuando alcanza altos grados de deshidratación. En algunos casos el papel recupera cierta flexibilidad y consistencia después de un baño acuoso. Por otro lado, el agua actúa como activador de la adherencia entre las fibras.

Metilcelulosa:

Recomendable por su inocuidad, soluble en agua, se puede aplicar en baño o con brocha. El preparado en cualquiera de los casos debe ser muy fluído y regular.

Klucel:

Adhesivo soluble en agua y en etanol. Es un método alternativo ante la imposibilidad de utilizar medios acuosos. Su aplicación se realiza con brocha y su consistencia deber ser muy fluida.

3. El secado y planchado

El secado debe realizarse una vez hemos encolado las hojas. Se extiende una hoja sobre un cartón y se coloca otro cartón encima, y así se procede con todas las hojas. Hay que decir que si se procede de esta forma el planchado y posterior prensado casi resultan innecesarios.

Ana Jiménez considera que esta fase debe realizarse tras un tiempo de oreo para pasar después a poner el documento entre segundos soportes como el remay y el secante. Éstos deben colocarse sobre tableros con peso y, si es necesario, se cambian los secantes por otros secos y limpios.

El uso de la plancha es muy peligroso. Si no hay más remedio que usarla se debe hacer con sumo cuidado, procurando que el calor no queme el papel. Para ello se coloca por delante y por detrás del papel a planchar unas hojas de papel satinado o papel seda que, además de evitar que se nos queme el papel, evitará también los brillos y que se manche la placa de la plancha con la tinta del impreso.

Por efecto del calor la hoja planchada queda dilatada o adquiere un vicio que suele desaparecer cuando se prensa.

Al meter el papel en la prensa es necesario que no esté ni muy húmedo ni muy seco, las cartulinas que pongamos entre medias del papel ayudarán a obtener esta condición.

Las hojas que vayamos a prensar deben ser del mismo formato.

Para que el prensado sea eficaz debe mantenerse el libro alrededor de diez horas o más en la prensa.

4. La reintegración

La reintegración consiste en colocar los injertos necesarios para reparar los defectos que presente el libro. Incluye varias tareas como el arreglo de las hojas que por cualquier motivo están deterioradas, la remarginación de láminas y grabados, la formación de pliegos, y cuantas operaciones contribuyan a una correcta encuadernación definitiva.

Los elementos imprescindibles para una buena reintegración son la pasta o pegamento, el papel para parches, la cuchilla o raspador, la piedra de afilar, el pincel, la lija, las tijeras, la goma de borrar y el lapicero de color. Nuevamente, Pablo Antón elabora la pasta con alumbre, algo que ya hemos dejado claro que es nocivo para el soporte que vamos a reparar. Por ello prefiero seguir las indicaciones que da Ana Jiménez respecto a la reintegración.

Ella primero diferencia entre cortes y desgarros y lo que es en sí la reintegración.

Los cortes y desgarros son las alteraciones más comunes en los documentos gráficos. Se procede a la reparación de las grietas y desgarros haciendo coincidir las zonas separadas con ayuda del negatoscopio aplicando un adhesivo con un pincel y un soporte con transparencia (tisú) en forma de tira. Si la pestaña existente es lo suficientemente ancha se puede prescindir del tisú.

En esta fase sencilla es indispensable la limpieza y seguridad, las zonas de pestaña deberán estar limpias, en el proceso aceleramos el secado con la espátula termostática interponiendo entre ésta y el documento un remay o un papel filtro, así como un papel secante debajo del documento. El resultado de este proceso depende de la destreza del restaurador aunque es un proceso sencillo.

Reintegradora.

La reintegración de zonas que se han perdido se puede hacer de dos formas: Manual o mecánica.

Manual:

Existen diversas formas de reintegración manual del soporte, la elección de la más adecuada depende de la experiencia del restaurador y del análisis del espesor, textura, dirección de fibras, color del soporte y naturaleza química del mismo (composición y pH). Aquí debemos incorporar un soporte con características similares al original, siendo el tono lo más aproximado al original, siempre por debajo en intesidad a éste. Los injertos deben realizarse siempre por el reverso o en su caso por la zona donde no exista grafía.

Los métodos de reintegración manual son:

- Por perforaciones: Se sitúa el original invertido en el negatoscopio, una vez elegido el papel de injerto. Se contornea la zona perdida y, a continuación, con un elemento punzante y sobre una superficie blanda (gomaespuma) se perfora el contorno desprendiéndolo con una simple tracción. Con un pincel se aplica el adhesivo en el contorno, colocando el injerto y secando con la espátula termostática. Si se considera necesario se puede dar adhesivo otra vez para reforzar la unión.

- Por biselado: Se sitúa de igual manera el original, una vez seleccionado el injerto. Se superpone éste sobre el documento y, por transparencia, se dibuja el contorno dejando una pestaña de unos 5 mm. que se rebaja con ayuda del bisturí, a continuación se procede de igual manera a la anterior.

- Por desgarro: De igual forma que las anteriores, se dibuja el contorno y se desgarra por esta marca el papel del injerto. Existen varias formas de marcar el contorno, con lápiz, con el extremo de una pinza sin ejercer demasiada presión, pues se marcaría en el original, o con ayuda de un pincel mojado en agua. Su adhesión se realiza igualmente.

Es posible que por alguna razón (originales muy gruesos) se considere necesario realizar un doble injerto. En este caso se realizarán dos injertos, uno por cada cara del original, siempre el injerto de la zona con grafía y anverso se dejará con el mínimo de pestaña para evitar cubrir éste. Se adhieren los dos injertos entre sí.

Otros tipos de injertos son los que se realizan de igual forma que en el proceso de laminación. Siguiendo los parámetros anteriores se adhiere el papel del injerto primero y, luego, se recorta y rebaja el sobrante co ayuda del bisturí.

Mecánica:

Se trata del proceso de reintegración de zonas perdidas de forma mecánica. Se opta por este tratamiento en problemáticas concretas, cuando la cantidad de zonas perdidas es muy abundante, como en el caso de ataques de bibliófagos. Siempre que las pruebas iniciales, que la textura del papel y porosidad nos lo permitan y no suponga ningún sacrificio de las cualidades y calidades del soporte. En algunos casos es una herramienta muy útil a la hora de elaborar papeles de injerto especiales o raros no existentes en el mercado.

La elaboración de las pastas para su reintegración mecánica se hace con fibras delino y algodón, por su estabilidad y la ausencia de lignina (sulfatos) existente en las antiguas fibras utilizadas, componente que, como ya es conocido, aporta una naturaleza ácida al papel.

El proceso comienza con el teñido de la pasta en distintas gamas que cubrirán las necesidades del tono de las diferentes obras.

La primera fase se inicia con la preparación de la disolución madre de cada color. La segunda fase comienza después de 24 horas de reposo, con el filtrado del color. Se incorpora a la pasta y se mezcla durante 30 minutos en la batidora. Se incorpora el cloruro sódico (sal), que actúa como mordiente11 , al 10% y se mezcla durante 10 minutos. Por último se añade el fijativo al 2% y se mezcla, dejándolo en reposo durante 20 minutos. La tercera fase consiste en enjuagar la pasta con agua corriente abundante para eliminar los restos de colorante y aditivos. Hay que realizar esta operación hasta que el agua salga limpia. Y ya tenemos la pasta preparada para su utilización en la reintegradora de pulpa.

La reintegradora mecánica o reintegradora de pulpa se compone de dos partes: Una zona de trabajo con rejilla portadocumentos, con seno para el agua y rejilla protectora. Una zona inferior donde está situado el grupo, motobomba, compresor, depósito de agua, cuadro eléctrico y dispositivo de seguridad. Esta máquina es accionada por una electroválvula y una motobomba con cuerpo aspirante que succiona la dispersión de la pulpa o pasta, haciéndola pasar a través de las zonas perdidas del documento.

La unión al papel de las fibras depositadas se debe al enlace químico establecido entre las moléculas de celulosa, se trata de la unión química entre fibras.

El funcionamiento de la máquina es el siguiente:

Una vez conectada a la luz y a las tomas de entrada y salida de agua, se llena el depósito de agua y se espera a que la presión del aire sea la adecuada. Se acciona la palanca para que el agua llene el seno inferior. Se debe sujetar el documento con la rejilla para evitar que se mueva y se descoloque. A continuación se incorpora la pulpa y se mezcla. Se acciona el botón de succión y la máquina comienza a succionar el agua, se levanta la rejilla de protección y se espera a que termine la succión del agua, que lleva todo el agua con las fibras hacia la parte rota del documento (agujero) y queda del todo tapado. Una vez vacío el seno del agua se sobrepone el remay al documento, se saca, se escurre y se pone entre papel secante en la prensa hidráulica.

5. La laminación

La laminación es un sistema de consolidación y refuerzo de una obra de arte sobre papel. (Pablo Antón ni siquiera habla de ella). Consiste en la adhesión al original de un soporte por medio de un material adhesivo. Se puede efectuar por una sola cara o por ambas para proporcionarle la consistencia y funcionalidad perdidas.

Este tratamiento es siempre el último dentro del proceso de restauración. Antes de su aplicación es imprescindible haber realizado los oportunos tratamientos preventivos para frenar cualquier efecto nocivo, producido por la suciedad, acidez, deterioro por causa biológica, etc., ya que la laminación no es el remedio para estos problemas.

Existen dos formas de realizar este proceso:

Laminación manual:

Este tratamiento se aplica sobre documentos deteriorados con necesidad de refuerzo, una vez analizado que la consolidación y reapresto (encolado) no son suficientes y siempre en los siguientes casos:

- Documentos manuscritos e impresos sobre papel a mano o industria con o sin verjura12 con la siguiente problemática:

Degradación del soporte por descomposición de la celulosa.

Perforaciones por acción de las tintas metaloácidas.

Perforaciones por ataque de bibliófagos.

Como consolidación por grandes grietas o zonas perdidas.

- Dibujos y grabados con soporte de papel a mano o industrial con o sin verjura y distintos espesores con la misma problemática anterior.

Los soportes adheridos ordenados de mayor transparencia a menor y de menor consistencia a mayor son:

Tisú japonés.

Tisú español.

Papel japonés.

Cartulinas.

Cartones.

Telas de entelado.

Los adhesivos empleados son:

Derivados celulósicos: Adhesivos orgánicos, metilcelulosa, carboximetilcelulosa, etc.

Poliamidas: Nailon.

Resinas acrílicas: Paroloid, acrilatos de polivinilo, etc.

Acetato de celulosa.

Resinas vinílicas: acetato de polivinilo, alcohol polivinílico, etc.

Resina acetónica.

Laminación mecánica:

Es el sistema más drástico de los existentes, por lo que no se debe aplicar de forma indiscriminada. Dado que el aspecto del documento varía con este sistema, anulando su tacto y carteo característicos y aumentando su grosor, sólo se admite como última solución y, aunque el criterio para su aplicación debe ser muy meditado, la laminación mecánica es necesaria en casos extremos para devolver la funcionalidad a documentos de papel, utilizándose principalmente en documentos escritos y en menor medida en obra gráfica.

Los principales sistemas mecánicos son:

- Laminadora de rodillos y prensas termostáticas.

La laminadora de rodillos y prensas termostáticas consta de dos placas entre las cuales se introduce la pieza a laminar, previamente preparada con los materiales necesarios. Estas dos placas tienen en su interior unas resistencias eléctricas que funcionan con la temperatura y en el tiempo necesario previamente programados, para fundir el adhesivo. A continuación un sistema de rodillos laminadores presionan para que el adhesivo penetre entre la pieza a laminar y el soporte elegido.

Dentro de este sistema de laminadoras de presión y calor, existe una laminadora de prensas termostáticas con una diferencia, que no llevan rodillos y la presión procede de las mismas prensas. Una característica ventajosa de este sistema es que estas máquinas permiten la introducción en ellas de varias laminaciones superpuestas, separadas entre sí por soportes antiadherentes, lo que permite obtener grandes rendimientos.

- Laminadora de succión o vacío.

Es un sistema muy versátil y las formas de realizar la laminación son muy variadas y están directamente relacionadas con el tipo de adhesivo y las características individuales de la pieza que se quiere laminar.

Se trata de una mesa de succión por vacío cuya encimera es una superficie porosa a través de la cual se hace pasar aire por medio de un motor que succiona desde la parte inferior, lo que provoca la presión, y el calor proviene de una tapa con resistencias eléctricas previamente programadas según las necesidades.

Este sistema es recomendable para documentos u obras en los que se debe respetar la textura de la obra al no existir presión por arrastre de los rodillos o la presión de las prensas.

http://practicas.eubd.ucm.es/~grupom25/docs/marcos/explorer/marco.htm