15/11/09

Colecciòn de ilustraciones de gatos




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El olor, clave para conservar libros

La clave para conservar el papel antiguo y degradado de libros viejos y valiosos está contenida en el olor de las páginas, afirman científicos.

La nueva prueba detecta los compuestos liberados por el papel envejecido.

Los investigadores del Centro de Patrimonio Sostenible de la Universidad de Londres descubrieron que con una nueva "prueba de olor" se puede medir la degradación de libros viejos y documentos históricos.

La prueba, dicen los científicos en la revista Analytical Chemistry (Química Analítica), recoge e identifica los compuestos químicos que las páginas liberan cuando se degradan.

El avance, agregan, podría ayudar a bibliotecas y museos en la conservación de una variedad de libros preciosos.

Olor a viejo

La prueba está basada en la detección de los niveles de compuestos orgánicos volátiles.

Estos son liberados por el papel a medida que envejece y produce el familiar "olor de libro viejo".

El equipo internacional de investigadores, dirigido por Matija Strlic, describe a ese olor como "una combinación de tonos herbáceos con fuerte aroma ácido y algo de vainilla sobre una humedad subyacente".

Pensé que sería fantástico contar con un método que nos permitiera oler el papel y decirnos cuánto se había degradado analizando los componentes que emite

Dr. Matija Strlic

"El inconfundible olor es parte tanto del libro como de su contenido" dicen los autores.

Tal como explicó a la BBC el doctor Strlic, la idea de desarrollar una nueva prueba surgió al observar cómo lo trabajaban los conservadores de museos.

"Noté que a menudo los conservadores olían el papel durante sus análisis", recuerda el científico.

"Pensé que sería fantástico contar con un método que nos permitiera oler el papel y decirnos cuánto se había degradado analizando los componentes que emite".

La nueva prueba hace justamente eso. Detecta los ingredientes contenidos dentro de la mezcla de compuestos volátiles que emana el papel.

La mezcla, dicen los investigadores, "depende de la composición original del sustrato de papel, los materiales aplicados y el tipo de encuadernación".

El nuevo método ha sido bautizado material degradomics (principios de degradación de material).

Huella química

Los científicos podrán usarlo para descubrir qué tipo de sustancias químicas liberan los libros, sin dañar el papel.

Este consiste de una técnica analítica llamada cromatografía de gases y espectometría de masa, que simplemente "huele" el papel y separa los distintos compuestos.

El equipo del doctor Strlic probó 72 documentos históricos de los siglos 19 y 20 -algunos de los cuales habían sido comprados en eBay- e identificó 15 compuestos que era "marcadores confiables" de degradación.

"El aroma está formado por cientos de compuestos, pero estos 15 contienen casi toda la información que necesitamos" dice el investigador.

La medición de los niveles de estos compuestos individuales hizo posible producir una "huella" para saber la condición de cada documento.

Con este conocimiento químico tan completo del estado de un libro -expresa el científico- los museos y bibliotecas podrán identificar los libros y documentos que más necesitan ser protegidos de una mayor degradación.

La información también podría ser útil para perfeccionar las técnicas de conservación.

El método, expresan los científicos, no es exclusivamente aplicable a libros sino también podría ser utilizado con otros artefactos históricos.


El festín de los bibliófilos


Jueves, 12 de noviembre de 2009

QUINTA EDICION DE LA FERIA DEL LIBRO ANTIGUO DE BUENOS AIRES

Desde hoy a las 18.30, el Museo Isaac Fernández Blanco será la cueva preferida por visitantes argentinos y extranjeros a la pesca de ese libro raro, bello, de perfume único. “La continuidad del encuentro es un factor notable”, señala Alberto Casares.


Por Silvina Friera

Los raros, curiosos, simpáticos y coleccionables –el más asombroso de los inventos del hombre, como lo definió Borges– andan sueltos por el Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco (Suipacha 1422). Aunque esta deliciosa fauna tiene alma, serán los medium, esos apasionados libreros de anticuarios, los encargados de encontrarles poseedor a libros antiguos, ediciones de bibliófilo, primeras ediciones de autores destacados, encuadernaciones finas, fotografías, mapas, grabados y documentos históricos que se exhibirán en la V edición de la Feria del Libro Antiguo de Buenos Aires, que se inaugura hoy a las 18.30 y se extenderá hasta el domingo. Previo pago del peaje de una entrada de un peso, se podrá acceder a las almas en exhibición: el primer libro editado por Sur en 1933, Romancero Gitano, de Federico García Lorca, ejemplar 31 de una tirada especial de 90, firmado por el poeta granadino; el Manuscrito de un viaje a la Patagonia, que escribió Benjamín F. Aráoz a bordo del acorazado Los Andes como médico de la Armada en 1878; el Manifiesto Ultraísta Vertical, de Guillermo de Torre, impreso en Madrid en 1920; el Martín Fierro, de José Hernández, ilustrado por Adolfo Bellocq, publicado en 1930; un cuaderno único de Juan Carlos Dávalos con textos hológrafos del literato salteño, firmados y fechados entre octubre de 1912 y enero de 1913; y el Indice Ultimo de los Libros Prohibidos y Mandados expurgar en todos los reinos y señoríos del rey Carlos V, desde 1747 hasta 1789, entre otros.

Organizada por la Asociación de Libreros Anticuarios de la Argentina (Alada) y la Subsecretaría de Patrimonio Cultural de la ciudad, la feria es la actividad más esperada por los amantes del libro antiguo y raro. Además de la participación de diecisiete librerías (Alberto Casares, Helena de Buenos Aires, Manos Artesanas Comunicaciones, Armando Vites, Víctor Aizenman, Poema 20, Fernández Blanco y Terra Nova, entre otras), habrá charlas y mesas redondas. “La continuidad del encuentro es un factor notable, especialmente si se tiene en cuenta que se organiza a pulmón y con recursos limitados”, dice Diran Sirinian, de la librería Poema 20, bautizada así por el poema de Pablo Neruda. Alberto Casares, presidente de Alada, subraya que por tratarse de una experiencia nueva la feria todavía no tiene la trascendencia que debería. “Si bien no es un evento masivo, convoca a miles de visitantes nativos y extranjeros que disfrutan el contacto con una exquisita selección de libros. La feria acerca al gran público un material que tradicionalmente estaba reservado a unos pocos.”

En el imaginario popular cotiza la idea de que además de ser un bicho raro, el anticuario se interesa sólo por libros antiguos. En ese casillero entrarían todos los ejemplares anteriores al siglo XIX. Pero el detective avieso de apellido armenio aclara que el concepto es más amplio. “Se busca el libro raro, simpático, curioso, coleccionable”, resume. ¿Cómo funciona la mente de estos coleccionistas de joyas de la humanidad? “Yo tengo una especie de ecuación multivariable”, explica Sirinian. “Primero intento detectar si el libro tiene algo de estos atributos: raro, simpático, curioso, coleccionable. Una vez constatado, evalúo las características físicas, el estado de conservación, de afuera hacia adentro y viceversa. Esto incluye una evaluación del papel, si está limpio, sin manchas de humedad, sin rastros de polilla. Si la encuadernación es la original o distinta. Dependiendo del tipo de libro, puede ser relevante y decisivo. Si está completo, con todos sus cuadernillos, páginas, láminas, grabados, mapas, planos. A veces es difícil establecerlo, incluso contando con bibliografía relevante, piedra fundamental de cualquier librería anticuaria seria. Si el libro es bello. Me refiero a la concepción, puesta en página, tipografía, encuadernación, iconografía. En algunos casos, especialmente en libros de literatura, puede ser relevante saber si se trata de la primera edición o posterior.”

Sirinian dice que en ciertos libros especiales, ilustrados, con ediciones numeradas, “es importante estudiar el colofón para saber algo más sobre las características de la edición”. El librero se dedica a un rubro que tiene sus fanáticos: la fotografía patrimonial antigua (s. XIX) y de la primera mitad del siglo XX. “Estoy permanentemente a la búsqueda de material”, avisa. También me especialicé en libros de fotografía, un nicho que reúne un creciente grupo de entusiastas”. Luis Figueroa, de la librería homónima, opina que es difícil describir lo que busca en un libro porque “es mucho lo que brinda a través de su historia, su caligrafía, grabado, sus diferentes tipo de papel, su encuadernación y perfume”. “No olvidemos el texto, que nos transporta a la realidad, a la ficción, la pasión, la aventura”, agrega este librero que cree que los libros tienen alma y “uno cumple la humilde tarea de encontrarles un poseedor”.

En el espacio de la feria los expositores tienen ocasión de mostrar una pequeña selección del fondo de cada librería. Sirinian calcula que llevará unos cincuenta libros y una carpeta con mapas, fotografías y manuscritos. “La tendencia será exponer una muestra selecta, lo cual suele significar que son precios en promedio más elevados que la media disponible en la librería. Esto no quiere decir que el precio es la única variable que define los libros para llevar a la feria”. Mientras en Poema 20 se pueden encontrar libros a partir de 15 pesos, el dream team de la feria tendrá un piso de 350 dólares. Por ejemplo, ¿Aguila o sol?, de Octavio Paz, edición mexicana de 1951 con una bella sobrecubierta ilustrada de Rufino Tamayo, cuesta 370 dólares. Piedra de sol, también de Paz, edición mexicana de 1957 con encuadernación en rústica, con sobrecubierta, el ejemplar 292 de una tirada de 300, firmado por el autor en el colofón, trepa a los 450.

Casares plantea que el aspecto crematístico del libro es el que menos interesa y hablar de precios es sólo “un aporte a la confusión general”. “Reconozco que es un tema que siempre interesa a los periodistas, tal vez porque vivimos en un mundo donde aparentemente todo se mide con la vara del dinero. Y parecería que Picasso es mejor pintor si un diario nos cuenta que un cuadro suyo se pagó millones de dólares. O que Borges es mejor escritor por el precio alcanzado por un manuscrito en una subasta en Nueva York”, compara. En mi librería hay una mesita a la entrada con libros desde 2 pesos, pero si cae en mis manos la primera edición del Quijote, voy a tratar de venderla en algunos millones de dólares”.


Los orígenes del cuy se pierden en la noche de los tiempos. Pero es un hecho que hace 5,000 años ya servía como alimento a los antiguos peruanos, como testimonian los restos que se encontraron de este noble animalito en cuevas prehistóricas ayacuchanas (Luis G. Lumbreras dixit, en: “Los orígenes de la civilización en el Perú”).

El cuy es autóctono de los Andes, no lo habían visto nunca antes los primeros occidentales que llegaron a América. Los españoles lo llamaron “conejillo de Indias”, porque les recordó a sus conejos. Con voz propia le hemos llamado cuyo en el sur de México y Guatemala, curiel en Cuba, cuilo en Colombia y Costa Rica, cuya en El Salvador, cuy en Ecuador y Perú, cuye en el sur del Perú y Bolivia, cuis en Argentina y Chile. En la raíz común de esos vocablos está la onomatopeya con que imitamos el chillido de los cuyes, cui cui

Los orígenes del Cuy son más fáciles de detectar y no es necesario aplicar el Carbono 14 a los originales. Datan del 27 de mayo de 1977, como consta en el reverso de los dibujos. Los hice en Sebastián Tellería 320, San Isidro, la casa de doña Victoria Velarde, por entonces mi suegra. Días antes había abocetado las ideas en algún papel que después destruí. Estaba muy contento, había querido dibujar un personaje animal que representara con ternura la identidad peruana y sentía que la había achuntado. Pero mi entusiasmo no fue compartido en los diarios a que lo postulé, “El Comercio” y “La Prensa”. Entonces no busqué otro medio, lo guardé en un sobre.

En la misma fecha pasé a limpio las primeras cinco secuencias. De ellas, hoy les ofrezco tres, para no atosigarlos. Decidí no corregir las huellas que el tiempo ha ido dejando en la cartulina, para así sentirnos más cerca.


Antes de ir a los diarios, que eso producía cierto estrés (expectativa al sacar la cita, al tomar mi ómnibus y caminar por los pasillos del periódico, esperar a que me hicieran pasar, mirar la cara del director mientras leía, etc.), cargué baterías llevando estos dibujos al Ministerio de Educación. Allí trabajaba con locos increíbles que hoy son muy conocidos. En especial recuerdo que me dio mucha alegría la reacción de Teresa Ralli, porque se reía y casi lloraba. Yo, de emoción, casi me aviento por la ventana, pero aquello ocurría en el piso 18 de la sede del Parque Universitario.


Dos años después, yo trabajaba como editor de la página de amenidades del semanario “La Calle”. Allí mostraba viñetas de los grandes humoristas gráficos del mundo y les escribía una presentación. Mi biblioteca era buena, pero un día no sabía a qué autor poner. De la revista llamaron reclamando la página, estaban por cerrar la edición. Desesperado recordé que en un cajón del escritorio estaba un sobre con esos dibujos… Armé al toque la página y escribí cualquier cosa rápida. El Cuy nació públicamente el 19 de noviembre de 1979.

El bibliotecario que se enfrentó a Google


Peter Brantley lidera la lucha contra el Acuerdo del gigante de Internet


"Google nos engañó". Peter Brantley, director de la organización bibliotecaria sin ánimo de lucro Internet Archive y ex director de la Federación de Bibliotecas Digitales de EEUU, explica así a Público cómo comenzó su cruzada contra la digitalización de libros del gigante de Internet. Y continúa: "Cuando empezaron, lo hicieron bajo la premisa de que era sólo para búsquedas. Lo que no sabíamos es que durante dos años negociaron con autores y editores para vender estos libros en la Red sin que les demandasen".

Fue la mentira, la picaresca de una empresa que digitalizó siete millones de libros para fines comerciales sin pedir permiso a nadie, lo que le motivó a liderar la Open Book Alliance, una especie de sindicato en el que ahora se encuentran autores y editores, y que ha comandado las críticas contra Google. Una acción que, de momento, ya ha conseguido que la empresa de Internet tenga que renegociar su famoso Acuerdo.

"El 9 de noviembre, sabremos cuál es el resultado del juicio y lo que esperamos es que Google lo haya alterado de tal manera que los intereses de los autores estén mejor representados. Lo que creo que sucederá, además, es que los libros europeos quedarán finalmente excluidos del Acuerdo. Es decir, que no se podrán visualizar ni vender a través de Google", asegura.

Brantley, que ayer participó en las jornadas de ANELE sobre el e-book, no está en contra de la digitalización de libros. Lo que no le gusta es que unos pocos se puedan beneficiar del acceso a una cultura universal. Por eso, para él es muy importante que "los libros estén disponibles en diferentes plataformas, ya sean las que monten los libreros, las editoriales o las bibliotecas".

Precisamente, su organización acaba de crear Bookserver, una plataforma de búsqueda de e-books que pretende "democratizar el acceso al libro". Esto significa que el usuario entrará en esta página, tecleará un título y Bookserver le mostrará una lista con todas las librerías, bibliotecas y editoriales del mundo donde puede conseguir ese título de forma on-line. Después, el usuario sólo tendrá que entrar en una de las web y descargárselo o sólo visualizarlo.

Control para libreros

Para Brantley, la gran diferencia con respecto a las plataformas Google Editions y Amazon es que "el e-book tendrá formato epub, es decir, abierto para todos los dispositivos, no como el Kindle, y además permitirá que las editoriales y las librerías sigan manteniendo el control de su negocio, ya que se encargarán de poner el precio y de la distribución". Google y Amazon prefieren controlar esta parte del negocio.

Este bibliotecario confirma que el acceso a los libros será on-line. Sin embargo, mientras que entiende que las librerías físicas lo tienen difícil, sí confía en la pervivencia de las bibliotecas. "Es muy posible que las de las instituciones dejen de ser propietarias de los libros que tienen y funcionen con licencias de préstamos en dispositivos electrónicos. Por otra parte, las bibliotecas comunitarias cambiarán su papel y tendrán otro tipo de servicios con fines sociales", afirma Brantley, el tipo que le ha plantado cara al mayor gigante de la Red.

Conservación de los libros antiguos


Del futuro de nuestra biblioteca no podemos saber nada: si la malvenderán nuestros descendientes o, si por el contrario, la conservarán con orgullo y con cariño. Si perecerá por el fuego, las inundaciones o la guerra, o sí desafiará, inmutable, el paso del tiempo. Lo único que podemos hacer, en el breve lapso que dura nuestra vida (espantosamente corta), es asumir la responsabilidad de que aquello que hemos recibido de nuestros padres, lo legaremos, a su vez, a nuestros hijos, recordando con humildad que, con respecto a los libros, no somos más que sus compañeros de viaje y sus poseedores provisionales.

http://www.bibliofilia.com/Html/curso/conservacion.htm

Biblioteca Escolar Digital

Bienvenido a la Biblioteca Escolar Digital, una herramienta didáctica para profesores, alumnos, padres, pedagogos e investigadores del mundo de la educación.


http://www.bibliotecaescolardigital.es/

Un vicio de los caros

Cualquiera que tenga una biblioteca mediana habrá sido alguna vez objeto de una asombrada pregunta: “¿Pero usted leyó todos esos libros?”, que no es otra cosa que una jugarreta del interlocutor para ponerlo a uno en ridículo.


Por Quintín | 24.10.2009 | 22:03

Cualquiera que tenga una biblioteca mediana habrá sido alguna vez objeto de una asombrada pregunta: “¿Pero usted leyó todos esos libros?”, que no es otra cosa que una jugarreta del interlocutor para ponerlo a uno en ridículo. Al responder que eso es imposible, el otro se queda callado, pero flota en el aire una implacable acusación de frivolidad y ostentación. En efecto, tener muchos libros ofende al prójimo, tanto al que no puede comprarlos como al que gasta su dinero en cosas más provechosas. Y que ni siquiera el propietario los lea resulta la prueba última de que no valen la pena.

El primero en plantear la maldita pregunta fue posiblemente Luciano de Samósata, nacido en Siria en el año 125, escritor satírico, conferencista y funcionario romano (el currículum hace pensar en Jorge Asís), quien llevó el arte de la injuria a grandes alturas. En su opúsculo El bibliómano ignorante, radicaliza la cuestión y la emprende contra un fulano que tiene una lujosa biblioteca de la cual no ha leído un solo ejemplar. No está claro si el autor lo ataca por bibliómano o por sodomita y tampoco se termina de entender cuál podría ser la relación entre ambas aficiones. Pero el texto es sin duda elocuente y empieza así: “Tú crees que por comprar compulsivamente los mejores libros vas a parecer una persona con cultura, pero el asunto se te escapa de las manos y, en cierto modo, se convierte en una prueba de tu incultura. Es más, ni siquiera compras los mejores, sino que confías en cualquiera que se ponga a elogiarlos y eres un chollo para quienes mienten sobre tales libros y un tesoro a punto para los que comercian con ellos.” Para un frecuentador de libreros y lector de suplementos culturales, es decir para alguien que no para de ser engañado por reseñas y recomendaciones, el pasaje es hiriente aun sin saber lo que significa un “chollo”, palabra que suena verdaderamente despectiva.

El bibliómano ignorante acaba de ser publicado por Errata Naturae, una de las editoriales españolas independientes más paquetas. Los libros de Errata Naturae son realmente elegantes, inevitables para el bibliómano compulsivo a partir del primer vistazo; aunque el de Luciano, noventa páginas pequeñas, cueste diez euros en España y sesenta pesos en la Argentina. Las tapas están ilustradas con dibujos de un personaje que cambia según la colección. La que aquí nos ocupa incluye también el Elogio de la calvicie, de Sinesio de Sirene (370-413) y su emblema es un hombre “extraño, sereno y meditabundo”, vestido con corbata y con cabeza de pájaro, como representación alegórica de la sabiduría. La editorial nos informa que en el Livre de Sidrach, fechado hacia 1285, se dice que “el hombre debe tener un cuello de grulla, largo y nudoso, con objeto de que tenga tiempo de reflexionar antes de comenzar a hablar”. Pero la casa editorial es tan refinada que hasta el pie de imprenta es original y se extiende casi hasta un ensayo: “El bibliómano ignorante es el tercer libro de la colección Los Agripianos. Compuesto en tipos Dante, este texto se terminó de imprimir en los talleres de Efca por cuenta de Errata Naturae editores en junio de dos mil nueve, medio siglo largo después de que Allan Stewart Konisberg, judío de origen ruso-austríaco, nacido en Brooklyn, firmara su primer texto con el seudónimo de Woody Allen, y uno de sus profesores de la Universidad de Nueva York le recriminase que aquello no era material universitario...”.

En el prólogo, Iván de los Ríos también habla de Woody Allen y lo trata con el respeto debido a una verdadera autoridad intelectual. Es curioso que eso ocurra en España donde, además de saber el significado de “chollo”, las personas del primer decil cultural tienen en su panteón a figuras como Allen, que entre los argentinos más sofisticados no pasa de un segundo plano sospechoso. Lo que seguro tienen los bibliómanos españoles, lean o no los libros que compran, es más dinero.