28/12/08

Los mejores libros del año

No es tarea grata, tal vez no es posible. Elegir uno y sólo uno. Pero se pidió a quince escritores que extremaran la exigencia (alguno logró resistirse). Edgardo Cozarinsky, Fogwill, Fernando Savater, Elvio Gandolfo, Pablo Ramos, Diana Bellessi, Luis Chitarroni, Angela Pradelli, Sergio Wolf, José Emilio Burucúa, Juan José Becerra, Oliverio Coelho, Pablo De Santis, Luis Gusmán y Tamara Kamenszain escriben sobre los libros que eligieron entre casi 20.000 títulos publicados este año. Además, la redacción de Ñ elige varias alternativas por género.

Por: Diego Erlan

Mi hermana se queja de que para su cumpleaños siempre le regalo un libro. Siempre, repite, desde que ella tiene memoria. Y se indigna. Además se complota con mi cuñada para criticarme en el almuerzo familiar de los domingos. Nunca una remerita blanca de alguna de esas marcas que se encuentran por avenida Santa Fe. Nunca unos zapatos. Ni siquiera unos collares medio hippies de alguna feria de San Telmo. No sé, les digo, me resulta más interesante regalarles un libro. Me paso horas buscando el título adecuado para la persona adecuada. Aunque esas categorías puedan ser inexistentes. Los libros regalados guardan mensajes. No es que a la-chica-que-conocí-en-el-colectivo le vaya a regalar Fragmentos de un discurso amoroso o El arte de amar. Le regalaría alguno de Andrés Caicedo. Y que la tensión, como en los cuentos de Hemingway, circule por colectora. Elegir los libros del año es igual: una búsqueda personal entre las estanterías de una biblioteca o sobre la mesa de luz. Entre interminables planillas de Excel que las editoriales envían como regalo de fin de año. Así se hizo esta tapa.

Según la Cámara Argentina del Libro, hasta diciembre se editaron en el país 19.219 títulos sin contar las reimpresiones. Es decir, la elección no es una tarea sencilla. Implica arrodillarse y llegar hasta el estante a la altura del piso y quedarse en cuclillas durante horas. Es bajar a los subsuelos húmedos del recuerdo de un año que vivimos en shock financiero y, como siempre, existencial. Aquí, tanto la redacción de Ñ como un importante grupo de intelectuales discutieron con sus propios gustos e intereses. Para los intelectuales, la consigna era escribir sobre el libro del año. El que les hubiera dejado la garganta seca. Estas son afinidades electivas o elecciones afectivas. Porque un libro "afecta". Puede ser una bisagra, y esa posibilidad siempre es una ilusión.

En las páginas que siguen, Pradelli se entusiasma con los cuadernos de Chéjov, Wolf con los viajes de Claudio Magris y Luis Gusmán con un autor a contrapelo de las modas como Ricardo Zelarayán. Diana Bellessi se reencuentra con un poeta oculto que había leído tiempo atrás en fotocopias y José Emilio Burucúa se sorprende de que la cultura universitaria de este país le brinde un libro fundamental cada año. Juan José Becerra se sumerge en los días en suspenso de Mario Levrero, Pablo De Santis en cierta melancolía de Marcelo Birmajer y Elvio Gandolfo en la Argentina del polaco Witold Gombrowicz, autor de Ferdydurke.

Algunos de los que eligen también fueron elegidos, como Luis Chitarroni y Fogwill, por Oliverio Coelho y Edgardo Cozarinsky. Otros, como Savater y Pablo Ramos, optaron por reediciones de clásicos como la Historia de la Revolución Francesa de Michelet y El fideo más largo del mundo, de Bernardo Jobson. Entre las elecciones, sólo hubo una coincidencia: la biografía de Osvaldo Lamborghini escrita por Ricardo Strafacce, elegida tanto por Tamara Kamenszain como por Fogwill aunque este último, en su rebeldía crónica, no eligió un libro sino siete.

Fenómenos de ventas o ensayos coyunturales se mezclan en esta producción con esos libros que trascienden las mesas de novedades y tienen su lugar reservado en los estantes de las librerías. Los libreros saben que allí se quedan sólo los libros que se buscan siempre. Y varios forman parte de estas elecciones afectivas.


http://www.revistaenie.clarin.com/notas/2008/12/20/_-01824812.htm

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