20/9/09

"La mujer biblioteca"


Su nombre es Geneviève Patte. Después de trabajar por muchos años en una biblioteca en París, Francia, se dedica a recorrer países para leer con los niños pobres.

Carlos Castillos
Foto DPA




La imagen de la abuela compartiendo un libro de cuentos con sus nietos parece haber quedado en la prehistoria ante el avance del mundo moderno, globalizado y computarizado.

También es cada vez menos frecuente ver a cualquier adulto disfrutando de la lectura con niños. Pero esa devaluada costumbre podría recuperarse, fortalecerse y expandirse por el mundo si se extiende el ejemplo de “la mujer biblioteca”.

Se trata de una francesa que dirigió una biblioteca en París y que cuando se jubiló se dedicó a estimular la lectura entre los sectores más carenciados de la población y particularmente entre los niños de los cinco continentes.

Se llama Geneviève Patte y su historia parece salida de un cuento fantástico.

Tras participar en un congreso mundial de bibliotecas, en Buenos Aires, Geneviève contó algunos detalles de su experiencia.

“Recorro lugares tan distantes como Armenia, Azerbaiyán, México, Nicaragua, Colombia, Camboya y algunos países del África, continente donde recién están descubriendo la importancia del libro para los niños”, puntualiza.

Interrogada sobre el método didáctico que utiliza para incentivar la lectura, explica con categórica naturalidad y entusiasmo: “Ninguno”.

Y agrega: “Es muy simple. Llego a una comunidad con una canasta donde hay entre 30 y 50 libros. Me siento en la vereda, en una esquina cualquiera y los niños empiezan a aparecer. No importa si son muchos o pocos; así sean dos es importante y valioso”, confiesa.

“A esa misma esquina vuelvo todos los días, a la misma hora, durante una semana por lo menos y mientras leemos juntos, o conversamos, anoto algunas reacciones que después comparto con los amigos de la red”, un grupo que ella estimula con su entusiasmo y que se va extendiendo por el mundo.

En cada lugar también toma contacto con jóvenes y adolescentes, a quienes convencerá para que “tomen la posta” y mantengan el interés por los libros, hasta su nueva visita.

Entonces se acuerda y puntualiza con orgullo: “La actividad no se suspende por lluvia; si hay mal tiempo, entonces salgo puerta por puerta y me anuncio: soy la biblioteca”.

“Nunca me recibieron mal en ninguna casa y algunos adultos a veces también se enganchan”, dice con alegría.

También en presidios

Geneviève ha visitado algunas cárceles, principalmente de mujeres que están recluidas con sus hijos pequeños. “La experiencia en esos lugares es formidable porque el libro se convierte en una esperanza”, asegura.
Defiende los efectos de su particular manera de promover la lectura. “Es fantástico porque es libre, ya que allí no hay preguntas ni condicionamientos”.

Actúa “fuera de las grandes instituciones” y hace una mueca de desagrado cuando se refiere a ellas, porque “al niño siempre le interesa el libro, lo que pasa es que en las instituciones se los imponen como obligación y eso es un error”, sostiene.

Es natural preguntarle por la computadora, considerada casi como el “adversario natural” de la lectura de libros impresos.

Para Geneviève Patte, “la computadora es una herramienta muy útil que hay que saber aprovechar porque, entre otras cosas, tiene a su favor el hecho de que elimina la formalidad y alienta la libre expresión de las personas”.
Su experiencia de tantos años le permite asegurar que “desde muy pequeños, aún no sabiendo leer, los niños se sienten atraidos por el libro impreso. El niño descubre rápidamente que los libros le hablan, lo escuchan y le enseñan”, dice.

Destaca la importancia de la incorporación de los adultos. “El niño siente placer y disfruta, pero también es importante cuando comparte con el adulto, por lo cual el libro se convierte en una experiencia cultural y afectiva que cambia la relación con los padres”, sostiene.

El gigantesco desafío que se impuso Geneviève Patte se solventa con ayuda de la embajada de Francia, algunas veces, y de organizaciones no gubernamentales, que la ayudan a pagar los pasajes. “El resto se encara con lo que haya, así de simple”, dice.

“La mujer biblioteca” se define como una “mediadora”, porque está convencida de que “el adulto es un intérprete lingüístico y musical” y que “ser entusiasta” es lo fundamental.


http://www.elsalvador.com/hablemos/2004/171004/171004-4.htm

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